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SAN VICENTE Y DESPUES

Por Movimiento Evita Rosario *

Los bochornosos sucesos de la quinta de San Vicente, ocurridos justo durante el mes que se cumple un año del claro triunfo electoral del kirchnerismo, sirven sin dudas como disparador para realizar un análisis de la coyuntura política por la que estamos atravesando.
El enfrentamiento de los sectores gremiales tiene una clara lectura hacia la interna del sindicalismo: la lucha por desplazamientos del poder gremial. Los “gordos”, cuyo fogonero en San Vicente fue el “Pata” Medina, han salido a la disputa de la CGT comandada por Moyano. El enfrentamiento no podía darse sino en otros términos que los de la lógica de construcción que tienen los dos grupos – lógica que por otra parte es la misma- y que está vinculada a “lo viejo” de la política, la utilización de grupos de choque conformados por un sinnúmero de lúmpenes. Pero este intento de desplazamiento también dejó expuesto los objetivos políticos perseguidos: la recuperación de espacio de los sectores sindicales más retrógrados, cómplices y sostenedores del modelo neoliberal, contra los que, con todas sus limitaciones, enfrentaron a ese modelo.
Más allá de lo estrictamente sindical, San Vicente significó un tiro por elevación al proyecto nacional del presidente Kirchner, así como al intento de reelección del gobernador bonaerense. Justamente Kirchner y Solá, dos figuras sobre las que se asentó la debacle electoral del duhaldismo. Porque Moyano –vuelvo a insistir con todas las limitaciones y achaques que les podemos hacer a su modelo de construcción gremial- es parte de la alianza que sostiene este proyecto de cambio, mientras que el “Pata” Medina es Duhalde, el retroceso, la negociación con los grupos concentrados del poder.
Nada es casual y menos en política. En este año de triunfo y consolidación del proyecto K, hemos vivido una serie de hechos que demuestran el expreso mandato de los sectores de poder de buscar el resquebrajamiento de la alianza de gobierno para ir generando una alternativa política que los devuelva al centro de la escena. Por mencionar los hechos más destacados: aprietes de los sectores concentrados de la economía como el aumento de la carne o la falta de combustible; Alfonsín y Duhalde lanzando a Lavagna en un intento por unificar a la oposición; el secuestro de Jorge Julio López como respuesta a la política de Verdad y Justicia; la reaparición de las marchas de Blumberg contra la inseguridad y los recientes hechos de San Vicente. Hechos de diferentes características y con diferentes actores pero con el denominador común de erosionar el proyecto nacional.
El proceso político abierto con la llegada del presidente Kirchner en 2003 cuenta con un amplio respaldo popular pero también con debilidades propias de la situación en que llegó el movimiento nacional después de 30 años de políticas neoliberales. Mucho es lo que se ha avanzado pero también mucho es lo que falta por hacer. Por citar algunos ejemplos en el debe oficial: la estructura económica del país sigue asentada sobre las mismas bases del modelo agroexportador; avanzar en una mas justa redistribución de la riqueza; renovación de la dirigencia política; un Estado más comprometido con la organización popular.
Las tareas de reconstrucción del Movimiento Nacional
Desde el Movimiento Evita hemos sostenido la necesidad de la reconstrucción del Movimiento Nacional como condición indispensable para garantizar la victoria de este proceso de cambio.
Así como los treinta años de políticas neoliberales terminaron por destruir el proyecto de país generado por el peronismo desde 1945, creemos que se necesitará de un tiempo prudencial para ir plasmando los cambios necesarios que recreen una Argentina con justicia social. Los avances del gobierno en cada una de las áreas son lentos y a veces dificultosos. Hay que ir dando cada paso y consolidando esos pequeños avances para permitirnos dar uno nuevo.
Esto está en directa correlación con la situación de fuerza del movimiento popular. Ni ideológica ni organizativamente el movimiento popular está en una condición de “ir por todo, ya aquí y ahora”. Un ejemplo de esto es el fracaso del “que se vayan todos” tras la crisis de 2001.
Entonces, la primera tarea es, como dice el compañero Emilio Pérsico, “meter todas las contradicciones del campo nacional adentro” del proyecto nacional que encabeza el compañero presidente. Esto significa que el Estado debe imperiosamente contener y resolver los conflictos sociales y las necesidades de las grandes mayorías nacionales. Si la lucha de los excluidos fue el elemento determinante de la caída del modelo neoliberal, la inclusión social debe ser el elemento de fortaleza de este proceso político de transformación.
Otra tarea ineludible es la de la “estabilización” de este proyecto. Necesitamos tiempo para ir construyendo organización popular y representatividad política, es decir poder popular. Y este objetivo lo lograremos en el marco de un avance del gobierno y del proceso que éste viene desarrollando. Por eso fue importante el triunfo obtenido en las elecciones de octubre del año pasado porque legitimó la ruta emprendida por el presidente; pero mucho más importante será un rotundo triunfo en las presidenciales de 2007 porque significarán la posibilidad de ir consolidando los cambios iniciados.
Estos dos elementos: la conducción del conflicto social y la estabilización política del proceso son centrales en la reconstrucción del Movimiento Nacional.
Y reconstruir el Movimiento Nacional significa garantizar la victoria.

* Este trabajo es la síntesis de la discusión política de los militantes del Movimiento Evita de Rosario. Las elecciones en Misiones y las posteriores renuncias a las relecciones de Solá y Fellner no se analizaron porque la discusión fue anterior a esos hechos; no obstante creemos que se inscriben en la situación general que se intenta describir.




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